En Grecia, cuna de la cultura occidental, es donde la máscara adquiere una importancia capital, con la misión concreta de caracterizar los personajes en las representaciones teatrales y aceptando las variaciones necesarias en función de su carácter trágico, cómico o satírico.
La máscara permite un trabajo interdisciplinario gracias a sus características y valores: el diseño, la construcción, la utilización desde un punto de vista festivo y oral (expresión y comunicación) y como apoyo o hilo conductor de la expresión corporal (dramatización y dinámica).