Gracias al contradictorio pero permanente proceso de globalización de la justicia, la vigencia de los derechos humanos se ha fortalecido en América Latina. Sin embargo, las mismas grandes potencias que impulsan la extraterritorialidad para los delitos de lesa humanidad cometidos en este continente, son cómplices de aberrantes violaciones en países donde el Estado ha sufrido un colapso y la riqueza se ha convertido en botín de guerra