Si el conocimiento implica una toma de conciencia sobre el mundo y, por tanto, debe considerarse como actividad mediante la que nos representamos objetos, difícilmente puede prescindirse de las nociones de sujeto y subjetividad, a las que invariable e inevitablemente se alude en todo acto cognoscitivo. Esto obliga a atenerse a un plan ordenado en torno a los conceptos de sujeto, lenguaje y mundo, claves que configuran el dominio propio de la Teoría del conocimiento.