La tentación de ser Dios, dice el narrador de esta novela, cuando es genuina, prefiere visitar a los muy pobres, a los desesperanzados, a los que no cayeron en la trampa de un destino ordenado. Algo de esa omnipotencia sobrevive en el desencanto, la resignación y el cinismo de Medina, el enfermero casi medico que llegó a Lavanda bajo la protección de la inefable Frieda von Kliestein, alejado de Santa María y de su pasado de comisario pendenciero.