Malvados, muchos y sarcásticos, que hasta ahora no habíamos tenido en un caso de Holmes, hay en El valle del terror. Al parecer, esta buena gente considera que matar sin divertirse no tiene gracia. Son capaces de quedarse miles de minutos escuchando cómo sus víctimas les piden piedad. En vano, por supuesto. No faltan descripciones sombrías de edificios fatales, ni tampoco el largo brazo de la venganza de quien atentó contra la diversión en el crimen. íPor culpa de ese traidor ahora los asesinatos se han transformado en una cosa solemne! Su última reverencia: Recuerdos de Sherlock Holmes. En estos cuentos se nos brindan varias delicias: orejas cortadas rodeadas de sal y enviadas a pacíficas señoras; un vudú horripilante que, por cierto, de nada sirve contra Holmes; asesinos que atacan con armas biológicas, y el peor de todos: un bondadoso señor, de gestos y palabras dulces, dedicado a los enterramientos prematuros. Hubiese puesto muy alegre a Mr. Poe.