La persistente admiración que despierta Madame Bovary se debe sin duda a que constituye un personaje literario excepcional. Al hechizo que ejerce la figura de la protagonista hay que añadir la perfección formal de la novela y la sabia combinación argumental de rebeldía, violencia, melodrama y sexo, los cuatro grandes ríos -como apunta Mario Vargas Llosa- que bañan su vasta geografía.