El padre del florentino le regala el Tratado de Política de Aristóteles, del que Mauricio Aguilar revela cómo es que Nicolás Bernardo lo emplea como paradigma a lo largo de su obra, no obstante que, por el solapamiento y tergiversación a la que es sometida, esta verdad termine siendo velada a los ojos de entendidos y legos en el tema. La lectura que este libro ofrece es única y novedosa en tanto permite al lector valorar el legado de Maquiavelo a contracorriente de la lectura hegemónica de la actualidad, para la que sus ideas resultan útiles en tanto permiten y justifican no más que la conservación del poder por parte de las supremacías partidarias de los Estados modernos. Por el contrario, el autor suscribe a un método de investigación que otorga primacía a la raíz antigua del pensamiento maquiaveliano, procedimiento del que el mismo florentino se sirve ahí donde el motivo de la escritura es noble por ser de índole política y no tiránica, lo cual exige, para su continuidad, darle debida autoridad a la tradición inaugurada por Aristóteles en la materia, a saber, la de crear y conservar constituciones justas en la medida en que el carácter de cada pueblo así lo permita.