Del portón el jardín sale hacie el Ehnried (...)
A la altura del crucifijo tuerce hacia el bosque.
Al paso 'or su linde, saludo a un viejo roble bajo el que hay un banco de madera de tosca entalladura. Encima de él de vez en cuando se encontraba algún que otro escrito de los grandes pensadores que una joven torpeza intentaba descifrar. Para cuando los enigmas se agolpaban y no se vislumbraba salida, ahí estaba siempre el camino de campo.

El recorrido que propone Heidegger en este pequeño escrito de 1949 lleva al lector por un camino de Messkrich, su pueblo natal, que evoca recuerdos nostálgico-anecdóticos y cuyos hitos se convierten en metáforas qu a su vez originan contemplaciones trascendentales.
Por ende, si bien las fotografías de la época que acompañan esta edición bilingüe del texto hacen resurgir en la imaginación del lector el sendero por el que antaño caminaba Heidegger y parecen así anclar el texto en un lugar concreto, las meditaciones del filósofo trascienden enseguida esta dimensión espacial y temporal y convierten el itinerario en una reflexión filosófica. Camina el pensamiento.
El lector encontrará aquí algunas nociones esenciales de la filosofía heideggeriana inscritas en un discurso poético. El propio 'camino', término tan recurrente en Heidegger, es tránsito y metáfora: a diferencia de Conversaciones del camino de campo (1944-1945), donde el sendero enmarca tres discusiones ficticias entre diferentes interlocutores en las que traslucen los temas centrales de la filosofía tardía de Heidegger, el sendero desencadena aquí un soliloquio filosófico del pensador alemán; en ambos casos, no obstante, recorrer el camino de campo es también práctica frilosófica. Hallamos, pues, en la aparente sencillez del texto la mismísima manifestación de un saber que la contemplación de aquel paisaje genuino y elemental y elemental inspiró a Heidegger 'Lo sencillo encierra el enigma de lo que permanece y es grande.