Del conejo es popularmente conocida la creencia de su desmesura procreativa y su presencia segadora en los campos de cultivo. También es conocido por sus aplicaciones pódales en amuletos que concitan la suerte y por el incansable acoso que ejercen los machos sobre las siempre huidizas hembras.

El conejo no sólo pertenece a una de las especies de más reciente domesticación (cuanto mucho se remonta a mil años atrás), también a una de las últimas en alcanzar progresos zootécnicos significativos, lo que lo estigmatizó en algunos aspectos, rodeando su figura con conceptos funestos y dichos incriminatorios debido a obstáculos producidos por la ignorancia que, en general, se tenía del conejo y de las condiciones que debían aplicarse para su crianza.

Con el advenimiento de la cunicultura industrial moderna (décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado), muchos problemas desaparecieron del vademécum sanitario del granjero y otros hallaron su medida terapéutica. A ello contribuyó la infinidad de cambios producidos en los campos básicos de la producción, motivando la realización de estudios más profundos sobre el comportamiento y las reacciones del conejo en cautiverio; dando lugar, entre otras cosas, a la racionalización cíe las instalaciones empleadas para la crianza, a la aplicación de medidas sanitarias preventivas, a la revisión de todo el programa de reproducción, a la búsqueda de la superación de los parámetros de producción.