Los daños causados por los vertebrados en los cultivos agrícolas y en las masas forestales, provocan en los damnificados un sentimiento ancestral de impotencia y frustración, que no tiene parangón con las sensaciones que ocasionan otro tipo de plagas para las cuales se dispone normalmente de remedios eficaces y conocidos, y los aboca a encontrar viejas soluciones basadas en prácticas cinegéticas de todo tipo, como trampas, lazos o cepos, o en la disuasión, como espantapájaros y repelentes artesanales, todas ellas de dudosa eficacia práctica.