El hombre no quiere símbolos, pero esto sólo puede ser verdad en quien no desea nada: el espíritu que agoniza cargado de idolatrías. Los símbolos unen lo disperso, acercan lo trascendente, colman los ritos, dan sentido a los gestos y significado a las palabras, configuran lo invisible, poetizan lo caduco, materializan lo eterno, identifican lo desconocido, subliman lo humilde. Sólo suplican que el hombre tenga la mirada limpia y el espíritu autento para lo que pueda reconocer. Si el hombre se escuda con la superstición de la facilidad, empezará a confundir el símbolo con el signo, el emblema, la imagen, la alegoría, la figura, la metáfora, el atributo la impresa o el apólogo. Pero el símbolo sólo está a gusto en quien se convierte en su eco, en su cuna de afectos, en su fuerza hecha conciencia.
Los símbolos son los vestidos del mito: la idea en su alma, la palabra, su rostro. Nunca se podrá llegar al alma de la realidad y del mito más que por los símbolos, pues éstos son tan esenciales al concepto como la palabra hablada o escrita a la idea. Los símbolos son un mundo imaginario, pero no para que el hombre se evada de sí mismo, sino para que sepa todo lo que hay dentro de él.
I. El universo
1. El firmamento
2. Puntos cardinales y dimensiones
3. Elementos, minerales y metales
1. Elementos generales
2. Estructura y objetos relacionados
2.1. Cabeza
2.2. Tronco
2.3. Extremidades
3. La creatividad humana
3.1. Números
3.2. Letras
3.3. Colores
3.4. Figuras arquitectónicas
3.5. Figuras geométricas
3.6. Armas
3.7. Música y algunos instrumentos
3.8. Otros objetos y utensilios
3.9. Arcanos