A treinta años del golpe que lo llevó al poder, Jorge Rafael Videla cumple sin énfasis su prisión domiciliaria. Y parece nada. Pero es quien presidió la Argentina en su hora límite, en la hora de los crímenes de Estado, en la hora de los desaparecidos. Sí, Videla parece nada. Pero es, cuanto menos, dos historias: la de su institución, un Ejercito al servicio del poder económico interno y externo, y la de un sector social que siempre vio en la libertad y el desarrollo plurales la amenaza de su propia existencia.