A finales del siglo XX, Europa sigue fantaseando con América, y esta lleva más de qunientos años reinventando al viejo continente. En este interesante libro, Carlos Fuentes utiliza al espejo como un símbolo d la realidad, de los cuatro puntos cardinales, de todos los seres humanos que habitamos una tierra extensa y a la vez profunda.
A travé de las imprescindibles páginas de El espejo enterrado, somos testigos de la vehemente búsqueda de la continuidad cultural que emprende el autor: historia de encuentros que trascienden la lejanía, superan la distancia económica y borran la fragmentación política del mundo de habla hispana.Los espejos de obsidiana enterrados en El Tajín, los espejos ibéricos de Velázquez y Cervantes, el aliento de millones de hombres y mujeres que han construido y poblado un territorio, son los vértices de una epopeya cuyo intercambio de reflejos sigue cubriendo una y otra orilla del Atlántico