Las emociones desempeñan un papel esencial en el proceso educativo debido a su naturaleza interactiva, influyendo en la autoestima y bienestar tanto de docentes como de alumnos. Por tanto, es crucial que los educadores sean conscientes y sensibles a las emociones propias y de sus estudiantes para cultivar relaciones interpersonales positivas en el entorno escolar.
El fortalecimiento de la inteligencia emocional en los docentes les permite gestionar mejor sus emociones, comprender las necesidades emocionales de los alumnos, establecer un ambiente de confianza y empatía, y adaptar estrategias pedagógicas para satisfacer las necesidades individuales de cada estudiante.
El estudio de los estilos de enseñanza no solo mejora la calidad educativa al identificar enfoques efectivos y adaptarse a las necesidades de los estudiantes, sino que también impulsa el desarrollo profesional de los docentes al ampliar su repertorio de estrategias y fomentar la innovación educativa.