A los once años, Rolando padece una enfermedad cerebral que inhibe la facultad del habla, lo que lo obliga a valerse de anotaciones para poder comunicarse. Busca expresarse a través de la escritura, el código Morse, las ondas electromagnéticas; desea comunicar su mundo interno y también quiere conocerse. Luego de recuperar el habla, en su adultez, inicia una terapia con un lacaniano delirante que analiza sus patologías psíquicas en paralelo con las imágenes del país.
Con este material, Báñez logra una novela sorprendente, irónica, de un notable sentido del humor, mezclando con eficacia materiales cultos y populares y con el trasfondo de la sociedad argentina de la que se habla de una manera tan original como polémica.