La memoria es el registro ineluctable donde se guardan (o mueren) los sucesos vividos por el Hombre a lo largo de su existencia. De pronto esos hechos dormidos o pretendidamente olvidados despiertan y se instalan en el escenario de la recordación con encendida presencia y se muestran, de nuevo, con el amor y la belleza o con la miseria y el dolor con que ocurrieron o fueron gestados.
Y en tal trance de evocación el pecho de quien pulsa los recuerdos se inunda de risas, de algarabía, de gritos lastimeros, de llantos prolongados y provocan allí un sismo interior, en cuyas grietas y derrumbes van desfilando los seres y las cosas que se instalaron en el corazón a fuerza de aflicciones o de alegría.
Sumido en esta experiencia, que no es más que la eclosión de tantos avatares acumulados con los años, Víctor Casartelli se desprende súbitamente de esos acontecimientos recónditamente guardados, por medio de un lenguaje depuradísimo y de una lúcida conciencia que se despoja de las ilusiones de un mundo idílico y opta por oficiar una verdadera liturgia poética, ritual en el que los versos muestran que han sido labrados con intensa fuerza emocional, pero con moroso detenimiento. Y el autor, acaso con pulsión purificadora, los suelta para que se esparzan, en desbandada por el mundo.