Juan Ignacio Aráoz ha caído del techo de un club aristocrático que esconde muchos secretos. Caratulada como un simple accidente, la muerte del adolescente parece destinada a quedar en el olvido hasta que Raúl Benavides recibe el encargo de realizar una serie de notas sobre el episodio. La investigación revela una trama perversa en la que se mezclan el poder político, la pederastia y las peores prácticas del periodismo amarillista.
Ojos que no ven recupera al protagonista de Cuaderno del ausente y lo rastrea en sus comienzos profesionales durante el final de la segunda presidencia de Carlos Menem. Con esa mezcla de ingredientes, Battista propone una novela fascinante en la cual, siempre en el tono irónico que es la marca de su autor, se puede leer mucho más que un relato policial con un final sorprendente por la rara y atractiva forma en que está escrito. A un ritmo que nunca decae, Battista construye una de esas historias de las que no es posible despegarse y que, una vez cerrado el libro, abren espacio a la reflexión.