La humanidad ha pagado una altísima cuota de dolor por haberse extraviado en su destino; en todos los rincones del mundo los seres humanos sollozan y anhelan reencontrarse con la felicidad.
La familia y los educadores tienen la misión de proteger la semilla de grandeza que late en todo espíritu humano, mediante el amor, la disciplina, los valores, el conocimiento y la libertad.
Cuando la semilla humana no recibe los nutrientes emocionales, intelectuales y espirituales que necesita, germina el dolor estéril y languidece la felicidad.