Residentas, Destinadas y Traidoras . Testimonio de mujeres de la Triple Alianza

Autor: Guido Rodríguez Alcalá

ISBN: 9789995303891

Editorial: Servilibro

Edición: 1

Páginas: 238

Formato: 22x14x1.4

Cant. tomos: 1

Año: 2024

Idioma: España

Origen: Paraguay

Disponibilidad.: Disponible

Gs 70.000
Cantidad:
Forma parte del folklore local la idealización de la guerra y, dentro de la bendita idealización, el culto romántico a la residenta, a la heroica mujer del Paraguay que acompañó, pacientemente, al hombre en todos los infortunios de la guerra.

La realidad, sin embargo, no es favorable a las idealizaciones, como lo muestra el testimonio del capitán Domingo A. Ortiz, combatiente de la guerra grande que, como miembro de una comisión de límites paraguayo-brasilera, volvió a visitar el campamento de Espadín en 1873 y dijo:

El 1º de octubre (1873) nos hallamos en la cabecera del arroyo Espadín, célebre por la desgraciada suerte que sufrieron en sus solitarias costas, centenares de las principales familias del Paraguay, durante la cruel y desastrosa guerra del año 1865.

El 9 del mismo mes, recogimos datos sobre el curso del arroyo Espadín, estuvimos hasta la isla que sirvió de recostadero al campamento de las destinadas, de cuya proximidad, eran indicios vehementes, los numerosos cráneos y huesos humanos que veíamos a los lados del camino.

El 22 de octubre, tuve ocasión de visitar aisladamente el ex campamento de las destinadas del Espadín, horrible necrópolis, donde los numerosos vestigios de las víctimas infelices que allí gemían entre el hambre y la miseria, sufriendo atroces tormentos, afligen profundamente el ánimo más frío e insensible.

El capitán Domingo A. Ortiz no era un polemista ni lo que hoy llamaríamos un antilopizta; él se limitaba a consignar, en su informe presentado al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1874, lo que había visto en el campamento de destinadas de Espadín (que hoy llamaríamos campo de concentración).

Otro testimonio poco romántico es el de una destinada de Espadín, la señora Dorotea Duprat de Lasserre, enviada a Espadín porque su padre, hermano y esposo, habían sido ejecutados como reos políticos en el proceso de San Fernando:

Cayó una lluvia espantosa: estaba con un dolor terrible de muelas, nos mojamos en grande, amanecimos sin un mate de yerba que tomar, ni un bocado de algo que comer; eran ya las doce, llovía siempre, ya teníamos verdadera hambre, la sirvienta de la señora de Leite estaba en un estado deplorable de languidez, cuando de repente abortó una burra de la señora; yo les dije que en Francia se comía burro, y que comiesen el aborto al momento. Se animaron y bajo una continua lluvia cocinaron esa carne... yo cerré los ojos, pues había jurado vivir y comí ese alimento.

La señora Duprat de Lasserre fue destinada, y como tal compartió la suerte de la señora Concepción Domecq de Decoud, madre de José Segundo Decoud, fundador del partido colorado, y de Héctor Decoud, conocido historiador. ¿El crimen de la señora? Ser la esposa de uno de los organizadores de la Legión Paraguaya. Ciertamente, la señora se encontraba en Asunción cuando comenzó la guerra mientras que su marido, en Buenos Aires, activaba contra el gobierno de López. De cualquier manera, la mujer tuvo que salir de Asunción como traidora y peregrinar en compañía de cuatro hijos menores de edad. Otra destinada fue Carmen Urdapilleta de Jovellanos, cuyo marido murió en la cárcel porque, siendo juez, se negó a dictar una sentencia en los términos queridos por López... La culpa del marido alcanzó a la mujer, que tuvo que hacer a pié el camino de Espadín, fue rescatada del campo de concentración por los brasileros (antes que los esbirros de López tuviesen tiempo de cumplir la sentencia de muerte dictada contra ella), se casó en segundas nupcias con un proveedor del ejército aliado, Juan O'Leary, tuvo con él un hijo llamado Juan Emiliano O'Leary, llamado a convertirse en el mayor apologista de Francisco López, repudiado después de la guerra por sus víctimas y cómplices -Bernardino Caballero lo llamó "Nerón americano"; sus fiscales de sangre, Fidel Maíz, Matías Goiburú y Silvestre Aveiro, han dado testimonio de sus crímenes (véanse las declaraciones de estos dos últimos, incluidas en este libro). La reivindicación de López, ídolo de una religión nacionalista, llega al Paraguay como reflejo de las ideas totalitarias de la Acción Francesa, y se convierte en ideología oficial de las dictaduras de Higinio Morínigo y Alfredo Stroessner. En esta ideología de extrema derecha, la historia es el resultado de la acción de "un puñado de jefes" (palabras de Charles Maurras, cabecilla de la Acción Francesa); los soldados cumplen alegremente las órdenes del jefe; las mujeres son carne de cañón supletoria: empuñan las armas cuando el ejército se va quedando sin hombres. Los hombres están "para gastarse" por el jefe; todo el mundo está feliz con la carnicería...

Esto, al menos, es lo que dice la ideología militarista oficial, la que se muestra incapaz de explicar por qué, si todo el mundo seguía a López, era obligado a hacerlo; la que prefiere ignorar que hubo deserciones masivas en el ejército paraguayo y rebeliones de mujeres del pueblo durante la guerra mujeres no persuadidas de las ventajas de morir por la patria en los términos propuestos por el "generalito".

Y, volviendo ahora a la imagen convencional de la residenta, hay que recordar que la evacuación de Asunción fue ordenada por López en febrero de 1868 bajo pena de muerte y, que había distintas categorías entre las mujeres condenadas al éxodo: estaban las agraciadas, las mujeres cuyos parientes se llevaban en buenos términos con López; estaban las traidoras, parientes de reos políticos, castigadas por las faltas de familiares, e incluso por las faltas de amigos y conocidos. Y este es uno de los aspectos más curiosos -por no decir siniestros- de la guerra y del gobierno de López en general: el hecho de que se aplicase el criterio de la responsabilidad colectiva, propio de la Edad Media. En la Edad Media, como se sabe, la culpa de un traidor podía recaer sobre la familia, sobre la vecindad, e incluso sobre todo un pueblo; se sabe también que López gobernó con la ley de las Siete Partidas, las Ordenanzas Militares españolas y la legislación colonial española, pero no está claro si para López la aplicación de aquellas leyes era una cuestión de principios o una cuestión dé oportunismo o terrorismo político. El hecho es, de cualquier manera, que se cometieron muchas violencias contra las mujeres -y contra las familias- traidoras; las traidoras que no fueron fusiladas después de haber pasado todo tipo de vejámenes y torturas (incluyendo la violación) como Juliana Insfrán de Martínez, "la heroína del dolor", corrieron la suerte de ser destinadas a Yhú y a Espadín (Espadín se encuentra actualmente en territorio brasilero, cerca de la unión de las cordilleras de Amambay y Mbaracayú, y allí se instaló un campo de concentración para traidoras).
INTRODUCCIÓN

I. HÉCTOR DECOUD: VÍA CRUCIS

II. DOROTEA DUPRAT DE LASSERRE: AVENTURAS Y PADECIMIENTOS DE MADAMA DOROTEA D. DE LASSERRE

III. SILVIA CORDAL: MEMORIAS

IV. ENCARNACIÓN BEDOYA: FRAGMENTO DE SUS MEMORIAS

V. JORGE F. MASTERMAN: LOS PROCESOS DE SAN FERNANDO

VI. MATÍAS GOIBURÚ: DECLARACIONES

VII. SILVESTRE AVEIRO: IMPORTANTE DOCUMENTO

VIII. PADRE FIDEL MAÍZ: UNA CARTA ACERCA DE FRANCISCA GARMENDIA

IX. HÉCTOR F. DECOUD: LA MASACRE DE CONCEPCIÓN

X. RAMÓN ZUBIZARRETA: DICTAMEN ACERCA DE LAS TIERRAS RECLAMADAS POR MADAMA LYNCH
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