Sería verdaderamente difícil encontrar un ser humano que en algún momento de su existencia -abierta u ocultamente- no se haya preguntado ¿Dónde estás, Señor?. Y cuando ese momento, más tarde o más temprano, llega, entonces de la respuesta que cada hombre encuentre para esta pregunta dependerá su modo de comprender el universo y el sentido entero de su existencia. Por ello no es aventurado decir que se trata de la pregunta que contiene todas las demás preguntas.